dilluns, 11 de novembre del 2019

La revolución pre-rafaelita
    1848 fue un año revolucionario: insatisfacción social y política, demandas democráticas, la lucha obrera, la libertad de expresión… En tal contexto tres amigos, hambrientos en todos los aspectos de la palabra, y cansados de la pintura académica, deciden hacer su propia revolución.

    Este año tiene lugar la primera reunión y se dejan claros varios puntos. Para empezar el nombre, que hace referencia al arte realizado antes de Rafael, sobre todo el arte medieval y el de los primitivos italianos, un arte que consideraban libre de cualquier amaneramiento académico. Un arte puro.

    Porque la libertad lo era todo para estos jóvenes rebeldes. Y para ser libres necesitaban poder expresar ideas auténticas y sinceras habría que buscar la perfección en la creación de pinturas y esculturas.

    La hermandad sentía que tras la Revolución Industrial se había creado un sistema social injusto y decidieron atacarlo con virulencia. También atacaron la principal institución victoriana: la familia; y por supuesto la religión (que no el misticismo o la espiritualidad, ojo), que había asfixiado al arte durante siglos.
En las primeras reuniones los jóvenes ven que la cosa lleva a algo importante, y se emocionan. Para ellos estos cuadros serían el arte del futuro. Temperamentales, hacen un pacto y deciden firmar su obra como P. R. B. (Pre-Raphaelite Brotherhood) sin explicarle a nadie su significado.

    La hermandad no estaba compuesta sólo de artistas. Destacó sobre todo la figura de Elizabeth Eleanor Siddal, apodada por todos Lizzie, que al principio sirvió de modelo y después desarrollaría su propia carrera artística. Lizzie era pelirroja, por lo que Rossetti se enamoró de ella al momento, llegando a afirmar en cuestión de días que “sin ella no soy nada”. La modelo de hecho aparece en buena parte de la producción del líder pre-rafaelita y acabaría casándose con Rossetti, aunque eso no impidió que el artista se siguiera relacionando con más mujeres.

Lizzie fue también una luchadora contra la superficial y cruel sociedad victoriana, y por su belleza inalcanzable e inteligencia se convirtió con todo el mérito en la musa de la hermandad.

"Canción de Navidad",1867. Dante Gabriel Rossetti
La Virgen María según Rossetti. Pelirroja, pálida y no muy feliz por la noticia de ser madre.

“Ece Ancilla Domini”/"La anunciació" 1850. Actualment es troba en la Tate Gallery de Londres.
Con cuadros como este se causó conmoción en la rígida Inglaterra victoriana.
¡La virgen en camisón! ¡Y además pelirroja…!

    Antes, cuando el Arcángel Gabriel sorprendía a la Virgen, ésta estaba rezando o leyendo (tareas nobles), pero la Virgen de Rossetti estaba no sólo durmiendo, sino que no parece contenta con lo que va a pasar…

¡Y el ángel…! Sin alas, mal tapado con una túnica y entregándole a la Virgen un elemento que apunta con una vara de nardos hacia el vientre de la chica…

Lo que pinta Rossetti es a una mujer fecundada en su propia cama, y además con un formato claustrofóbico.

"Estem davant d'una interpretació de la anunciació de la verge María que és representada com una adolescent indiferent i atemorida, pàl·lida no tant per candor espiritual quant per confusió, sembla una noia malalta. La model d'aquesta pintura seria la seva germana. Apareix vestida amb un hàbit o el que recorda a una bata d'hospital. Aquesta espantada per l'aparició de l’arcàngel, un jove missatger (sense ales) que apareix del no-res amb una túnica que acaba en flames en els peus. L’arcàngel l'apunta amb la vara de nards que simbolitza la virginitat com si l'amenacés amb un punxó, directament al sexe.

La seva obra és intensament mística i primitiva. El blau dóna una sensació gèlida, inhumana, donant una sensació accentuada d’irrealitat a l'obra. El purisme del dibuix, nexe d'unió amb altres artistes europeus del segle XIX com Ingres o Overbeck, serveix d'eina per al realisme."

http://terradesomnis.blogspot.com/2008_11_16_archive.html

    El enigmático Dante Gabriel Rossetti se erigió como el líder natural del grupo. Su carisma era indiscutible y tenia un gran poder de persuasión. Sus dos grandes pasiones: las mujeres pelirrojas y los animales exóticos. A menudo se dejaba ver con armadillos o wombats y era habitual del zoo de Londres, donde pasaba horas estudiando a los bichos. Este artista es considerado hoy el precursor indiscutible del Simbolismo, las propuestas de William Morris acabarían con la creación del Art Nouveau y una “segunda generación prerrafaelita” siguió preservando el arte que ahora ya era valorado por crítica y público como uno de los movimientos artísticos más importantes de le época.


La observación minuciosa de la naturaleza de los P. R. B. influyó en el Arts and Crafts de William Morris.
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El jovencito John Millais era el niño prodigio. En cuanto a técnica, sin duda era el más talentoso de la hermandad. Millais era tan bueno que con 4 años ya pintaba obras más que notables. Un brillantísimo artista que tenía un futuro prometedor. Para ello reclama la vuelta del uso del natural como modelo, con una atención al detalle y un colorido que buscaba contraponerse al claroscuro y que en ocasiones, recuerda a los temples medievales por sus colores brillantes y sus perspectivas casi planas. Todo ello sazonado con buenas dosis de simbolismo y una elección de temas frecuentemente moralizantes, en los que la figura femenina y su sexualidad jugaban un papel preponderante.

Este aspecto en torno a la representación de lo femenino suponía una provocación dentro la sociedad victoriana, que desaprobaba por completo cualquier atisbo de sexualidad femenina pero que, al mismo tiempo, como suele suceder con todo lo prohibido, sentía una morbosa curiosidad al respecto. No es de extrañar por tanto que la muerte de Ofelia fuera uno de los temas fetiche de los pintores en la Inglaterra victoriana. 
"Ophelia", 1852. John Everett Millais. Lizzie encarnó a Ofelia en la obra de Millais.
Este personaje crucial en la obra de Shakespeare, que encuentra la muerte presa de la desesperación tras el rechazo de Hamlet y el asesinato de su padre Polonio a manos de éste, representa como nadie a la mujer destruida por amor. Ofelia se convierte así no solo en un icono literario, sino en la perfecta idealización de la mujer que sucumbe a la pasión amorosa y, por ello, paga un alto precio. Se convierte así en un motivo perfecto de representación por los Prerrafaelistas, que tenían predilección por adaptar pasajes literarios.

De este modo Millais decide mostrar en su Ofelia (1851-52) una mujer diferente a la que había sido representada con anterioridad, abriéndonos las puertas al momento exacto en el que ésta parece exhalar su último aliento de vida. Somos testigos de su fatal desenlace, pero pese a lo macabro del gesto que se dibuja en su rostro, la obra en su conjunto está lejos de transmitir la desesperación que se le presupone a un ser que ha visto su mente nublada por la locura. Al contrario, toda la escena rezuma serenidad. Desde la propia postura de su cuerpo, con los brazos abiertos y las palmas de las manos expuestas, el artista decide presentárnosla cercana a la iconografía que rodea a los mártires, efectuando el tránsito entre la vida y la muerte con resignación y calma. Por tanto, si bien no podemos afirmar que John Everett Millais buscara huir del papel moralizante de Ofelia como mujer física y mentalmente devastada por sucumbir al amor, sí decide presentarlo de una forma distinta a sus contemporáneos, mostrando de manera cruda la consecuencia última que el destino guarda para Ofelia, pero huyendo de representar a la joven cercana a la iconografía de la femme fatale a la que tan aficionado era su colega Dante Gabriel Rossetti. No debemos olvidar que en Hamlet (1599), Ofelia responde a los criterios de mujer sumisa y virginal controlada y manipulada por todos los hombres que aparecen en escena, por lo que en este caso, es más digna de destacar su redención que su propia perdición. Ofelia no usa su sexualidad de forma explícita para manipular a Hamlet; sin embargo Hamlet sí hace uso de constantes juegos mentales y emocionales que acaban quebrando la mente de Ofelia. Millais nos ofrece aquí el retrato de una víctima que, una vez recibe su mortal castigo por dejarse guiar por la pasión, liquida sus pecados y goza de la serenidad propia de una mártir.

Las flores que a modo de lecho rodean al cuerpo aparecen en escena como causa indirecta de su muerte ya que si nos atenemos al relato del dramaturgo inglés, la joven se encontraba intentando decorar con ellas las ramas de un sauce cuando cayó al río. En el margen izquierdo de la composición se puede apreciar una de estas ramas, que añade un elemento de causa-efecto a la narración y que se completa con el recurso de la vegetación, salpicada de plantas y flores. Al igual que en la obra de William Shakespeare, éstas son más que un elemento decorativo, poseyendo cada una de ellas su propio significado. Un significado del que tanto Shakespeare como Millais eran plenamente conscientes. Así podemos decir que el sauce simboliza el amor, las ortigas que vemos creciendo en la orilla representan el dolor, la margarita la inocencia, la violeta la fidelidad y la pequeña rosa que yace junto al rostro la indecisión
  Pero de entre todas las flores que cubren el cuerpo sin vida de la joven, destaca la amapola, que es pieza central, no solo por encontrarse posicionada en el lugar más céntrico de la escena, sino también por su color rojo, que destaca por encima del resto. Curiosamente, esta flor es la única de las que se pueden contemplar en la obra que no aparece en ningún momento en Hamlet (1599) , por lo que algunas voces apuntan a que el prerrafaelista decidió incluirla para aludir al opio y con ello al estado de adormecimiento que provoca la muerte por ahogo en la protagonista, mientras que otros afirman que su significado es mucho menos mórbido y que simboliza confesión.

Por tanto donde Shakespeare busca enfatizar el dramatismo de los elementos del amor fatal que han llevado a Ofelia hasta la muerte, John Everett Millais encuentra la excusa perfecta para recrearse en la representación de la naturaleza, clave ineludible de los prefectos Prerrafaelistas. La naturaleza como protagonista pero tratando de ser lo más fiel posible a la original, por lo que se copia directamente del natural. En este caso, Millais pasó cinco meses acudiendo diariamente a la orilla del río Hogsmill. Obsesión que se tradujo en una reproducción detallista y casi hiperrealista de la vegetación en torno al cadáver de Ofelia y que parece crear una suerte de tapiz alrededor de su vestido. Un vestido que destaca sobre el fondo con su color claro, exaltación del gusto Prerrafaelista por los colores brillantes, pero también elemento que refuerza la idea de la fragilidad virginal de Ofelia y añade una connotación bucólica al conjunto, al flotar éste en torno al cuerpo como una nube que por partes comienza a ser engullida por las aguas del río.
La obsesión de John Everett Millais por reflejar con extrema similitud la naturaleza era tal, que creó primero todo el fondo vegetal y sobre ello, añadió posteriormente la figura de Ofelia, ya que lo importante de este cuadro para él no era tanto la tragedia de la joven doncella, como el incomparable marco donde encontró la muerte. Tal concepción era debida, por supuesto, a la búsqueda por cumplir con los objetivos básicos del Prerrafaelismo. Cabe destacar que en su búsqueda por plasmar con absoluta precisión la forma en la que los cabellos y el vestido quedaban suspendidos sobre el agua, hizo posar durante horas a su musa, Elizabeth Siddall, sumergida en una bañera de agua que se mantenía caliente solo gracias al uso de lámparas de aceite bajo ella. Durante una sesión, las lámparas de aceite responsables de mantener el agua caliente se apagaron, y la modelo enfermó gravemente.

    El aspecto del lienzo, para el que eligió una forma abovedada en la parte superior, escapando de la tradicional alargada, supone el broche final a esta obra, la única del primer periodo Prerrafaelista que conseguiría gustar por igual al público y a los críticos de arte. Y es que es gracias a este detalle que, pese a estar observando un cadáver, el espectador no siente estar contemplando la escena fúnebre con reminiscencias de ataúd que cabría esperar de un formato alargado, sino que en su lugar le invade una percepción casi onírica: la de estar asistiendo como huésped no invitado al descubrimiento de una suerte de gruta. Aquella que acoge la muerte de esta joven, que en su último aliento y sumergida bajo un puñado de flores, formará ya para siempre parte de este paraje natural.  Como resultado nos dejó un conjunto que lejos de separar el fondo vegetal de la figura de Ofelia, hace que ambos se fundan en uno.
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Gucci Bloom 20

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William Holman Hunt era el espiritual, sus pinturas muestran una sensibilidad sorprendente y una ejecución de una gran delicadeza. Cuadros que muestran temáticas sociales, pinturas con referencias literarias y mucho simbolismo religioso, o sencillas escenas de la vida cotidiana que Hunt pintaba con gran atención al detalle, y mostraban un colorido muy vivo y elaborado.


“El despertar de la conciencia” (1853) de Hunt.


“El despertar de la conciencia” (1853), del prerrafaelista William Holman Hunt, representa a una mujer joven levantándose del regazo de un hombre, con una mirada triste en el infinito. La pintura, llena de simbolismos, intenta advertir de los peligros a los que se expone la mujer que cede al libertinaje moral. Es una pintura narrativa que nos habla de la sociedad de la época que cumple con la más estricta moralidad victoriana.

    En el lienzo, Hunt representa a una pareja formada por un adinerado joven que se encuentra recostado sobre un asiento situado delante de un piano mientras su joven amante, sentada sobre él, hace ademán de levantarse o escapar mientras mira hacia la ventana por la que penetra la claridad del jardín que se refleja en el espejo situado en la habitación. El joven se deduce que ha venido a visitarla hace un rato a la lujosa casa que él le ha puesto pues su sombrero de chistera descansa sobre la mesa situada en la estancia.

Las manos entrelazadas de la mujer ofrecen un punto focal y la posición de su mano izquierda hace hincapié en la ausencia de un anillo de bodas. Al mostrar una relación extramatrimonial, aunque fuera con una carga moralizante, la pintura debe el escándalo suscitado en la época.

La habitación presenta un gran desorden; un guante de mujer, sucio, aparece tirado sobre la alfombra. El guante simbolizaría el destino que le espera a la joven si continúa con su amante. También se pueden observar unas hebras de lana de la deshilachada tapicería que indicarían su estado actual y su iniciado camino hacia la perdición.

Debajo de la mesa un desagradable gato negruzco juguetea con un pajarillo que intenta salvarse de los ataques del felino, símbolo este usado para indicar la prostitución que amenaza a la joven cuando el día de mañana el rico y libertino amante la abandone y tenga que buscarse su medio de supervivencia. El gato que aferra al pajarito del ángulo inferior izquierdo es un reflejo de la situación: la muchacha está atrapada en un destino oscuro.

Tanto la partitura caída en el suelo como la que descansa sobre el piano son alegóricas a la inocencia de la infancia y del pasado y al mundo que la amenaza. Es seguramente la letra de la canción de esa última partitura la que se quiere interpretar que ha despertado la conciencia de la joven después de que su amante la haya tocado al piano y tarareado unos momentos antes y por lo que ella trata de incorporarse mientras mira hacia la ventana por la que penetra la luz. La partitura al del piano es la canción “Oft in the Stilly Night” (a menudo en el silencio de la noche) que habla de las oportunidades perdidas, la memoria de un pasado feliz, la inocencia de la infancia.

En un abigarrado interior repleto de muebles recién estrenados y ostentosos (indudablemente el piso de una mantenida) una pareja parece mantener un juego amoroso desigual. El es un joven de buena familia. Ella, posiblemente, acaba de debutar como “mantenida”, un híbrido entre prostituta y amante; la muchacha está atrapada en un destino oscuro. Posiblemente terminará rechazada y despreciada como el guante que yace a sus pies. Pero, de improviso y cuando la joven está a punto de perder su candor, se pone a evocar la inocencia de su niñez al escuchar las notas de una canción que interpreta al piano su presunto seductor. Dirige la mirada sorprendida y a la vez esperanzada hacia la luz de ese jardín paradisiaco que vemos reflejado en el espejo del fondo. Su conciencia ha despertado y tal vez consiga redimirse.

    El cuadro se llama el despertar de la conciencia, porque muestra el momento en el que ella se da cuenta de su degradación moral y añora su anterior inocencia.
https://historia-arte.com/articulos/los-pre-rafaelitas-vanguardistas-victorianos

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